¿Quién es éste?

[por Daishin Morgan]

Si no somos nuestros pensamientos y sentimientos entonces, ¿qué somos? Me parece que ésta es una pregunta crucial que está en el corazón del significado de zazen.

He descubierto que una de las primeras lecciones que enseña vivir en un monasterio es la necesidad de ver claramente la diferencia entre los propios sentimientos y la situación en la que han surgido. A menudo sucede que los nuevos monjes tienen dificultades para llevarse bien con los demás. Esto no sorprende ya que la vida monástica puede ser muy intensa, especialmente porque no hay espacio privado y muy pocas oportunidades de alejarse de las presiones. El monje novato tiene que sentarse en medio de sus sentimientos en lugar de huir de ellos.  Cuando surge el resentimiento, se enseña al monje a no culpar a la otra persona, sino a mirar directamente sus propios sentimientos. Puede parecer muy injusto cuando la otra persona está haciendo algo que claramente no debería hacer.  Aun así, el primer deber de cada uno es responsabilizarse de su propio resentimiento y no preocuparse por lo que hacen los demás. Este principio es el mismo sea cual sea el modo de vida.

Ser capaz de separar los dos componentes —el problema que ha surgido y tus sentimientos al respecto– te permite tener claras las prioridades. El monje se ha comprometido a formarse y esto tiene que estar por encima de todo lo demás, a pesar de la tendencia natural a encerrarse en su vida y culpar a la otra persona. El asunto que está en juego es siempre secundario frente a un estado mental afligido. En el calor del momento, cuando sentimos que nuestra persona ha sido invadida o atacada, ese es el momento —de hecho, el único– en el que podemos darle la vuelta al resentimiento. Entonces, lo que empezó como una discusión insignificante puede convertirse en un momento que cambie nuestra vida. Esto es inclinarse [reverencialmente] ante la situación. Inclinarse es lo contrario de quejarse de lo difícil de la situación. Esta sinceridad permite al aprendiz ver lo que es bueno hacer, porque su mente ya no está afligida por el resentimiento.

Cuando nos sentamos en zazen, tenemos que considerar, del mismo modo, nuestros pensamientos y sentimientos con una importancia secundaria. Si fueran nuestra primera preocupación, daríamos infinitas vueltas en círculos. Una pregunta que tenemos que abordar es: «¿Somos nuestros pensamientos y sentimientos?» Claramente, son un componente importante de nuestra experiencia vital, pero identificarse con ellos es un error. Si lo hacemos, no tendremos estabilidad, sino que seremos arrastrados por cada brisa que llegue. Porque si me siento incómodo, entonces «yo» estoy incómodo. No tiene por qué ser así; uno puede ser muy consciente de los sentimientos incómodos, pero permanecer sentado en la mente pura e inmóvil de zazen.

Si no somos nuestros pensamientos y sentimientos, ¿qué somos? Me parece que esta es una pregunta crucial que está en el corazón del significado de zazen. Cuando tengo problemas para confiar en mí mismo en la sentada, me resulta útil preguntarme: «¿Quién es el que se sienta?» Para que esta estrategia forme parte del propio zazen y no una simple técnica o método, es vital no hacer ningún movimiento para responder a la pregunta que no sea mirar hacia donde apunta la pregunta. Es como si yo te preguntara: «¿Qué es eso que está detrás de ti?» La única forma real de saberlo es darse la vuelta y mirar por sí mismo. La pregunta sólo sirve para llamar tu atención sobre lo que es importante. No se necesitan palabras, teorías o métodos para girar la cabeza. Lo mismo ocurre en zazen: «¿Quién es éste?» Cuando miras en tu corazón, cualquier pensamiento o sentimiento es un asunto secundario que puedes dejar que se ocupen de sí mismos.

Yo experimento esto como una cuestión de no hacer en lugar de hacer. No hay nada a lo que agarrarse en respuesta a esta pregunta de «¿Quién?» Cada nivel aparente de «yo» resulta ser otro pensamiento o sentimiento que pasa. Parece que estoy hecho de pensamientos y sentimientos fugaces, algunos permanecen por un tiempo, otros pasan muy rápidamente. Que los pensamientos y sentimientos surjan no es un problema, siempre que no les añada mi voluntad. Puedo ver cómo interrumpo la mirada con movimientos innecesarios de la mente. Toda mi voluntad tiene que hacer buenas migas con el acto de mirar/ser. No puedo quedarme al margen de lo que veo y denomino; sólo puedo serlo. Puedo ser la persona que está sentada y esa persona es Buda sentado. Esto implica dejar que el cuerpo y la mente se desprendan, es decir, soltar todas las concepciones de mí mismo y del mundo y simplemente sentarse. Lo que queda es zazen haciendo zazen.

El zazen o la iluminación no consisten en encontrar un estado mental concreto, ya que todos los estados mentales son fugaces y no se puede confiar en ellos. Cuando sabes quién está sentado, sabes que es Buda sentado. Esta expresión es un poco extraña; ¿por qué no decir sentado como un Buda? Prefiero decir Buda sentado porque no hay nadie sentado como un Buda; sólo hay un Buda sentado. Ese Buda nunca deja de estar sentado, pero debemos despertar a su presencia.

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