Respirando con la Gran Tierra

[por Issho Fujita]

Al leer un libro de Charlotte Selver (1901 – 2003), fundadora de un sistema de trabajo corporal llamado «Conciencia Sensorial», me encontré con el siguiente pasaje. Se trata de un comentario que hizo en 1966 en un taller celebrado en Nueva York cuyo tema era «la respiración».

Miren esta fotografía tomada de plantas que crecen exuberantes cerca del agua. ¿No es fascinante la fuerza y la diversidad? Todas las cosas que están ahí con estas plantas —agua, rocas, tierra, luz del sol, sombra– se funden o se desvanecen en un todo armonioso, ¿verdad? Esta foto habla elocuentemente del hecho de que en la naturaleza no existe nada que esté solo o aislado de las demás. Nosotros tampoco existimos desconectados del mundo que nos rodea. También el proceso de la respiración, del mismo modo que las plantas están vinculadas a todo lo que las rodea, está con todas las cosas que surgen dentro y fuera de nosotros…

Al leer este pasaje, recordé a Shakyamuni Buda sentado bajo un árbol. Porque el Buda estaba realmente sentado en armonía con todas las cosas, del mismo modo que Charlotte describe las plantas que crecen cerca al agua. De espaldas a un gran árbol, las raíces aferradas firmemente a la gran tierra, su torso erguido de forma relajada, el aire libremente hacia dentro y hacia fuera, permitiendo que cada uno de los órganos de los sentidos se asienten tranquilamente y se afinen, claramente consciente de todas las cosas que surgen dentro y fuera de él, y luego, todas las cosas en el mundo natural —animales, plantas, montañas, ríos, cielo y estrellas– formando parte de su sentada. Esta es verdaderamente la condición en la que el mundo a través de las diez direcciones es íntimamente recibido y utilizado como el verdadero cuerpo de uno. Tomando prestadas las palabras de Dogen Zenji, podemos decir que éste es el estado de «ser confirmado o verificado por todos los dharmas». Creo que debemos estudiar a fondo e investigar lo revolucionario que fue esto en la historia de los seres humanos, esta «forma de sentarse que se abre a todo el mundo».

[…] todas las formas de meditación encaminadas a alcanzar un determinado estado mental específico llamado dhyāna («meditación de aprendizaje») que Buda Shakyamuni practicó después de abandonar el castillo eran, de un manera u otra, métodos para romper con el mundo presente (la realidad de esta vida terrenal) que está llena de sufrimiento. En el marco de una soteriología (doctrina de la salvación) en la que la salvación se concibe precisamente como una cuestión de escapar de este mundo presente en el que vivimos, todo lo que hay en este mundo en el momento de escapar son consideradas como restricciones, trabas, grilletes y obstáculos (el cuerpo humano no es una excepción, ya que es precisamente el cuerpo lo que más nos ata a este mundo, de ahí la noción de práctica ascética). En consecuencia, desde este punto de vista, el objetivo de la formación y la práctica religiosa debe ser cortar esas conexiones con el mundo. ¿No es este el principio de las religiones establecidas?

Lo que quiero decir es que la red completa de relaciones dinámicas entre todas las cosas de este mundo presente es la naturaleza de la propia sentada. Para manifestar este tipo de sentarse, es necesario superar la negación del mundo presente y la retirada de la sociedad actual, que es el fundamento nacido de los diversos métodos de formas estereotipadas de meditación y práctica ascética, que son, en otras palabras, el marco de las enseñanzas que aspiran a salvar el mundo animando a la gente a cortar sus conexiones con todas las cosas de este mundo.

Las palabras atribuidas al Buda Shakyamuni cuando alcanzó la Vía – «Yo, junto con la gran tierra y todos los seres sensibles, hemos alcanzado simultáneamente la Vía», son una manifestación lingüística de haber visto a través de la conexión básica entre todas las cosas eso que se manifestaba a través de zazen. Haciendo un juego de palabras con esta expresión, «Yo, junto con la gran tierra y todos los seres los seres sensibles, alcanzo simultáneamente la Vía», y expresando lo que Charlotte Selver dijo sobre la respiración, la respiración del zazen del Buda Shakyamuni se convierte en «Respiro junto con la gran tierra y todos los seres sensibles». Aquí, este aliento ya no es ya no es posesión exclusiva de «mí». No es la expresión activa de «Yo-estoy-respirando». Más bien es la voz pasiva en afirmaciones como «El aliento surge en el lugar que estoy yo» o «Estoy siendo respirado” que expresan con palabras una mejor correspondencia con el modo de ser de las cosas. Y donde la distinción entre «respiración» y «lo que no es respiración» ya no tiene sentido. Esto es así porque se trata de un aliento que incluye todas las cosas, donde todas las cosas respiran. ¿No podría decirse que el significado de «respirar suavemente» de «respirar de «respirar suavemente por la nariz» del que hablé en una entrega anterior (frase del Fukanzazenji, ndt.) podría aplicarse aquí? Este tipo de respiración donde todas las cosas respiran juntas y la respiración dentro del marco de los «métodos de respiración» es totalmente diferente, tanto en escala como en riqueza de contenidos.

Puede haber algunas personas que aspiren a aprender «técnicas de respiración correctas» pensando «debo respirar correctamente».  Sin embargo, desde el punto de vista de zazen, hay que decir que es mejor renunciar a este enfoque. Esto se debe a que se puede decir de antemano que no existe una «respiración correcta» que sirva para todo. La respiración debe ser cada momento. En otras palabras, la respiración debe ser siempre espontánea y no algo mecánico. En cuanto a la práctica de zazen, es importante conocer bien la diferencia entre la respiración habitual y la respiración espontánea. Suponemos que nuestra respiración cotidiana es una respiración espontánea. Pero en realidad nuestra respiración habitual es a menudo algo que se desvía de nuestra respiración esencial u original (dicho esto, hay que insistir, no hay una forma fija de respiración). A través del hábito, la gente debe «fabricar» la respiración. La respiración de cada momento, cada instante, está ligada a «todas las cosas que surgen tanto dentro como fuera de ti». Cada respiración resurge espontáneamente fresca. Y así, no es el caso que cada vez que respiremos sea la misma respiración que se repite una y otra vez, una y otra vez. Cada respiración es perfectamente adecuada para cada momento, a cada instante. Cada respiración es única y absoluta. Surge y luego desaparece. Además, cada respiración indica nuestra condición momento a momento. Cada respiración presenta su propia cualidad que aparece y desaparece. «El aliento es la persona». Una simple respiración es el indicador más delicado para mostrar realmente lo que se está cociendo dentro de un individuo determinado.

Por ejemplo, hay veces en las que de repente nos damos cuenta de que la respiración se ha detenido. Cuando esto ocurre, involuntariamente, muchas personas intentan reanudar la respiración de forma intencionada y forzada. En ese caso, «yo» estoy respirando. Puede que una persona desee que la respiración permanezca detenida. Respetando eso y simplemente esperando, no pasará mucho tiempo antes de que la respiración se reanude por sí sola. Si no interferimos, la respiración se expandirá de forma naturalmente en la siguiente respiración. Es lo que se llama «espontáneo».

Aquí, lo importante es la perseverancia y la necesidad de confiar y respetar la respiración. En el pasado, he hecho varios de los «ayunos de Zazen» de Noguchi Hozo (parece una técnica/ejercicio dentro del seitai, ndt). Este es un método en el que, al sentarse en zazen, la respiración gradualmente se hace cada vez más lenta. Finalmente se llega al punto de que con la respiración que acaba de terminar ahora, olvidas si lo que venía era una inhalación o una exhalación. Ya no sabía si la siguiente respiración debía ser una exhalación o una inhalación. En ese momento, pensé: «Aunque ya no sea consciente [de la respiración], el cuerpo no lo ha olvidado y, por tanto, si me abandono, ocurrirá lo que tenga que ocurrir». Y entonces, simplemente esperé sin hacer nada, y nada empezaba. No era mi intención soportar esta condición en la que la respiración se había detenido, pero puesto que no era doloroso, mi conciencia habitual se impacientaba pensando: «¿Está bien que la respiración se detenga por tanto tiempo?» Sin embargo, mientras esperaba, finalmente, la inhalación lentamente comenzó, sin ninguna intención por mi parte de hacerlo. Fue una experiencia valiosa en la que aprendí algo importante sobre la respiración. Incluso sin intentar forzar la respiración, surgió por sí sola.

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