Fe perfecta

[por Jiyu Kennett]

Lo siguiente es la conferencia de clausura de la Rev. Maestra Jiyu Kennett a los practicantes que asistieron al retiro Denkoe o Transmisión de la Lámpara en la primavera de 1980. Durante sus charlas anteriores, la Rev. Maestra Jiyu Kennett habló del Denkoroku (Registro de la Transmisión de la Luz) del Gran Maestro Keizan como «aquello por lo que la perfección de la fe puede ser claramente comprendida….Es una serie de mapas de carreteras con postes indicadores. Como resultado de tener una fe perfecta, aunque sólo sea por una fracción de segundo, aparecerá el mapa de carreteras». Señaló cómo la perfección de la fe exige ir más allá de los opuestos: «Me entristece la cantidad de veces que me preguntan ‘¿cómo puedo ir más allá de la duda? ¿Cómo superar el miedo?’ El día en que me alegraré de verdad será cuando la gente me pregunte: ‘¿Cómo puedo ir más allá de la certeza y la libertad? La duda y la certeza son tan opuestas como el miedo y la libertad; y la certeza y la libertad, aunque suenen tan deseables, son meros opuestos…. El Denkoroku nos dice no sólo cómo vivir más allá de los opuestos, sino cómo encontrar la perfección de la fe, cómo ver todas las cosas como absolutamente poseedoras de la Naturaleza de Buda —hombre o animal, animado o inanimado».

Durante este Denkoe, me he esforzado por aclarar un punto muy importante: la diferencia entre la fe perfecta y la fe absoluta. Demasiada gente cree que, si vienes a un monasterio, tienes que renunciar a tu voluntad y seguir ciegamente todo lo que te digan. Sin embargo, la fe perfecta no exige esto. Lo que sí requiere es que aceptes todo con una actitud mental positiva. La fe absoluta, que es un requisito de muchas religiones, difiere de la fe perfecta en que «absoluta» implica dureza, sin posibilidad alguna de suavidad o cambio. Es absoluta: no puede haber diferencias ni movimiento dentro de ella. La fe absoluta es rígida y da lugar al fanatismo, al miedo y, con frecuencia, a la renuncia de la voluntad. En la fe perfecta hay un toma y daca por parte del maestro y del discípulo, una voluntad del maestro de pedir ayuda al discípulo y una voluntad del discípulo de pedir ayuda al maestro, todo ello con una actitud mental positiva. Si se vuelve dura o pesada, no es la fe perfecta.

La fe perfecta está llena de ligereza y aceptación. Es más suave que una nube, pero más dura que un diamante. Es todas estas cosas y cambia constantemente en una dirección positiva. Rige la ley de anicca  (impermanencia), así como la ley del no-ego y, dado el no-ego, sólo puede haber un compartir mutuo. En la fe absoluta, la dureza residual es como algo y no como nada. Es extraordinariamente difícil explicar cómo funciona la relación maestro-discípulo pero, como regla general, debe entenderse que si el maestro exige al discípulo que renuncie a su voluntad y/o le entregue su cuerpo, entonces no es maestro y no hay relación espiritual. Si el maestro le dice al discípulo que debe tener una fe perfecta en Aquello Que Es Más Grande que el maestro y el discípulo, que es de hecho el Verdadero Maestro, el discípulo se encuentra en una situación totalmente diferente; este Verdadero Maestro no debe entenderse como un dios u otra entidad; es la esencia de todas las cosas; totalmente vacío, la vacuidad más plena.

Cuando salgas de la abadía debes tener mucho cuidado con cualquier persona que quiera entregarte su voluntad (hay muchos que creen que este es el camino del budismo y, en particular, el camino del zen, pero no es así). El maestro ni recoge «almas» ni quita voluntades. Si quiere hacerlo o lo intenta, ten cuidado con él; debes conservar tu voluntad individual, para entregarte sólo al Gran Maestro si te lo exige (todavía no he visto que se lo exijan a nadie, aunque sí he visto entregarse libremente a ello con perfecta fe). En el Soto Zen existe el libre albedrío absoluto. Por favor, ten mucho cuidado con este punto.

La fe perfecta es siempre cambiante y siempre la misma, siempre interesante y siempre alegre, nunca ve un opuesto porque, de hecho, ha ido más allá de los opuestos. Los opuestos sólo pueden existir cuando aún no los hemos trascendido; cuando se han trascendido, cada día es un buen día, como dice Keizan, y todo trabajo es el trabajo del Buda.

En ese momento no existe bien y mal, agrado y desagrado; sólo existe la positividad que se encuentra más allá de estos opuestos. Recuerda también que es una positividad que no requiere positividad, una verdad que no insiste en la verdad. Es un amor que no insiste en ser amado, sino que ama por amar. Por eso debemos tener mucho cuidado de no juzgarnos a nosotros mismos. Puesto que el Señor de la Casa no nos juzga, ¿por qué somos tan estúpidos como para vivir en los contrarios y juzgarnos a nosotros mismos? Necesitamos tener una fe que no insista en la fe: esto es lo que el maestro debe enseñar. Que los discípulos todavía no crean, y quizás nunca crean, lo que dice el maestro no es problema del maestro. Él ha mostrado lo que sabe que es la verdad —una verdad que no insiste en la verdad. La legítima ocupación del maestro puede compararse a cuando éste tiende su brazo al discípulo que intenta nadar en un río; el discípulo puede agarrarse a ese brazo si teme que va a hundirse. En cuanto el discípulo sepa nadar, el maestro tiene el deber de retirar el brazo y dejar que el discípulo nade solo.

Si el discípulo se golpea contra una roca y pide un ungüento para la cabeza, el maestro tiene el deber de dárselo, pero no de meterse allí y asegurarse de que el discípulo se golpea la cabeza contra la roca para poder darle el ungüento. Por favor, que quede claro lo que estoy diciendo aquí. Una vez que el discípulo ha entrado realmente en la corriente, ya no hay maestro y discípulo en el sentido antiguo de la palabra y, sin embargo, maestro y discípulo siempre existirán en tal sentido antiguo.

Hay un dar y recibir, un compartir y ser compartido, una aceptación y ser aceptado. Cuando entramos en este estado, que se conoce como Aquello que Es, el Señor de la Casa, el Buda Cósmico, entonces sabemos que la perfección del amor no requiere nada, no quiere nada y no sabe nada. Simplemente ES y da constantemente, sin requerir nada. La fe pura es lo mismo: existe constantemente y da constantemente; ES y eso es todo. No dice: «Dame tu voluntad, dame tu cuerpo, dame tu fe, dame pruebas de tu fe». Estas cosas están tan alejadas de la fe perfecta como lo están la escoria y el oro. Ten mucho cuidado. Hay tantas personas que quieren que tomes sus voluntades, diciendo que en el Zen uno debe rendirse al maestro, pero no saben quién es el verdadero maestro. Se preocupan y gritan: «¿Cómo encuentro un maestro? ¿Cómo reconozco a alguien a quien pueda someterme?». Como el Ancestro Kabimora le dijo a Nagyaarajyuna: «No te preocupes si soy un verdadero santo o no. Sólo ten fe».

No os engañéis ni os robéis a vosotros mismos. Simplemente tened fe y aprended junto con todos los seres vivos. El maestro que es un verdadero maestro no insiste en su magisterio, como tampoco la verdad que es la verdadera verdad insiste en sí misma.

Esto es todo lo que tengo que deciros por hoy…. He disfrutado mucho teniéndoos aquí y espero que volváis pronto. Gracias por compartir la sesshin de Denkoe con nosotros.

 

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