El materialismo espiritual (y II)

[por Lama Rinchen Gyaltsen]    viene de (I)

Hasta aquí lo tenemos claro, yo creo. Entonces, si valoramos el camino espiritual o si valoramos el Dharma que enseñó el Buda y nos contamos ese cuento de “yo quiero ser una persona espiritual, yo voy a ser una persona espiritual, mi vida va a ser espiritual”, estamos, por así decirlo, limitando, encerrando al ego en una caja, diciéndole “puedes hacer lo que quieras pero dentro de esta caja, tiene que tener la etiqueta espiritual”, ¿captan esa idea? Y el ego es muy ingenioso (vamos a personificarlo, como si tuviéramos esta sombra dentro), muy creativo y no duerme, siempre está maquinando, maquinando, maquinando: “Tengo que ser famoso, tengo que tener placer, tengo que tener ganancia, tengo que tener alabanzas, pero ahora con las nuevas reglas del juego: esto debe darse dentro del ámbito de los círculos espirituales”. ¡Y lo logra! Logra de alguna manera, debajo del radar, no sólo permanecer, sino hasta fortalecerse, crecer. Y a eso le llamamos “materialismo espiritual”.

Normalmente, “materialismo espiritual” resulta algo obvio cuando alguien quiere comercializar, hacer dinero de algo sagrado. No se trata de pagar las cuentas, la electricidad —aquí somos, por ejemplo, una fundación sin ánimo de lucro–, sino de, realmente, hacer negocio con lo que supuestamente es el espíritu, ¿verdad? Eso, obviamente, es comercio espiritual. Pero aquí no estamos hablando de eso tan obvio, estamos hablando de algo más sutil. “Materialismo espiritual” es cuando empleamos una actividad espiritual, no para trascender, no para liberarnos de la conducta negativa, emociones negativas y la ignorancia, sino para agrandar el ego a través de estos 4 medios.

Os voy a dar algunos ejemplos. Es una lista infinita, honestamente, pero os voy a compartir algunos de los de los ejemplos que más predominan, para que nos podamos descubrir a tiempo, que no permanezcamos demasiado dentro de ese túnel. Esto es muy importante, tanto para las personas que se están iniciando en el camino espiritual, como para veteranos en el camino, porque esta sombra nos persigue. Hay que tener mucho cuidado.

El secreto es ser completamente transparente, honesto con uno mismo, y descubrir las trampas que nos hacemos en el camino. Y, si podemos, tener un amigo, una amiga, en el camino espiritual, muy puro, muy genuino, y darle acceso a nosotros… que de vez en cuando nos diga “te estás pasando, te estás engañando”.

Bueno, ¿por dónde empezar? El autoengaño, el autosabotaje, el materialismo espiritual, es una lista aquí no muy larga: 15 apartados. El primero ya lo conocéis. Algunos de ellos vais a decir “sí, sí, sí, perfecto este me gusta” y otros vais a decir “esto no es cierto, Lama Rinchen, estás exagerando”. Pues ahí, ¡cuidado! ¡Ese es a lo mejor el tuyo! Un maestro budista en EEUU en la década de los 80s los denominaba “bypass espiritual”. Utilizamos una herramienta espiritual para enmascarar una deficiencia interna que no queremos tratar, que no queremos aceptar. La enmascaramos, la cortamos el paso. Un bypass espiritual.

Entonces, el primero de ellos que podemos ver con mucha claridad es el “bypass del dedo”, el dedo que apunta, el dedo que señala, el dedo que acusa con cierto juicio moralista. En el camino espiritual fácilmente podemos ser el crítico perfecto y señalar a todas las personas que son falsas, todas las personas que son —cómo diríamos– contradictorias, y nuestra misión es señalarlas, criticarlas, exponerlas.  Mucha actividad hoy en día en los medios sociales es eso: criticar a los que están haciendo las cosas mal. Y nos da cierta satisfacción mencionar públicamente a los que se están comportando mal, a los que están contradiciendo sus principios. Es una forma muy astuta de no atender nuestras limitaciones, nuestros defectos, nuestras contradicciones. Hay que tener mucho cuidado cuando el dedo apunta hacia afuera, ¿sabéis ese dicho? “No mirar la paja en el ojo ajeno, cuando tenemos una viga en el nuestro”. Hay que tener mucho cuidado. Eso es un autoengaño en el que resulta muy fácil caer.

Otro que raramente se menciona es el “bypass optimista”. Hay personas que dentro del camino espiritual empiezan a decir “hay que ser positivo en la vida, hay que ver el vaso medio lleno, no medio vacío” y tienen tendencia a decir “todo va a ir bien”, “no, lama Rinchen, no te preocupes, todo va a salir bien”. ¡No! ¡No hay ninguna garantía de que todo vaya a salir bien! Es una manera de enmascarar el miedo a la incertidumbre, a tomar responsabilidad, por lo imprevisible que es la vida. Las cosas salen bien cuando tú las haces, cuando tú las creas, cuando tú las forjas. No hay ninguna garantía. No queremos acudir a la ley de Murphy de que todo puede empeorar, ese es un extremo, pero es muy importante no caer en esa trampa que a nivel del budismo clásico se llama “la trampa de la esperanza y el miedo”: vivir ilusionados con lo que va a pasar. Los grandes maestros no viven fantaseando con que “todo va a salir bien, no te preocupes”. Ellos dicen, “mira, no sé, acepto que no sé lo que va a pasar, pero soy optimista, lo voy a enfrentar con alegría, con amor y voy a dar lo mejor con lo que me toque”. Hay que tener esa valentía y esa alegría, esa fortaleza, ese optimismo y enfrentar lo desconocido con una mente positiva. Pero no decir que “el futuro va a ser positivo”. Eso es un autoengaño, autosabotaje, que nos corta enfrentarnos al miedo y la responsabilidad.

Otro muy típico es el “bypass ermitaño”. Hay personas que dicen “lo espiritual es alejarse del mundo; tengo que alejarme de otros; la gente es muy tóxica; el mundo es muy materialista”. Hay un momento que es apropiado, que es beneficioso, la “etapa de la cueva”, donde uno tiene que encontrar una situación óptima para el desarrollo espiritual: simplificar la vida lo máximo, rodearse de personas positivas, comida sana, un ambiente muy tranquilo para interiorizarse y encontrar equilibrio. Eso lo he enseñado en detalle en muchos cursos: la fase de la cueva, valle y cementerio. Lo tocaremos en el futuro si estáis interesados, pero aquí hablamos de un mecanismo para estar cómodos, ¿lo veis? Algunas veces toca hablar con una persona incómoda, toca estar en una situación incómoda, hacer un trabajo incómodo, porque es lo mejor, lo más beneficioso para ti y para los demás. Por tanto, la comodidad nunca debería ser un criterio, no nos deberíamos aislar simplemente para estar más cómodos. Si alguna vez vamos a la cueva, que sea porque es lo más conveniente para esa fase, ¿de acuerdo? Pero nunca escapar del mundo por el hecho de escapar y estar más cómodo: Hay que tener cuidado con ese bypass, con ese truco del “ermitaño”.

Otro es el “bypass del servicio”. Ser espiritual es servir a los demás, ¿verdad?, no hay una expresión de bodhisattva que no incluya esa dimensión de servicio. Estamos para servir y atender a los demás, pero no hasta el punto de no permitirnos trabajar en nuestro interior. Algunas veces somos sumamente habilidosos en ocupar todo nuestro tiempo, toda nuestra vida, para no tener el tiempo para el desarrollo mental, para el desarrollo espiritual interno, ¿tiene sentido? Entonces, aunque el afán de servicio es muy bueno y muy necesario —y yo animo a todos vosotros a hacer algún tipo de voluntariado–, no lo es todo. El camino espiritual necesita estudio, necesita reflexión, necesita meditación, necesita trabajo interno. El compromiso de dar servicio puede ser un bypass, una manera de evitar trabajar en nosotros. Reconocer primero en lo que hay que trabajar y luego hacer ese trabajo “sucio” dentro de nosotros.

Otro bypass es el “bypass intelectual”. Este lo conocéis muy bien. Quiere decir que muchas veces nos conformamos con saber, con tragarnos muchos libros, ser autodidactas. Pero no es suficiente saber. Los datos quedan en la memoria neuronal y mueren con el cuerpo, no van de una vida a otra, no nos afectan profundamente, no nos ayudan a progresar. Es indispensable meditar sin el estudio. El estudio viene primero, después la reflexión y luego la implementación, la práctica, integrar ese conocimiento, hacerlo nuestro, convertirlo en una vivencia intuitiva y directa. Pero si nos quedamos sólo con los datos, solo con los libros, no vamos a avanzar. Muchas personas usan el estudio intelectual filosófico como un bypass, como una manera de enmascarar el trabajo interno, la falta del trabajo interno.

Otro es el “bypass autodidacta”. “A mí me gusta la filosofía oriental”, “a mí me gusta el misticismo”, “a mí me gusta leer todas estas cuentas y hacer un análisis comparativo”, “yo soy una persona espiritual”…, pero no se comprometen a una tradición, con un maestro que les pueda retar, que les pueda poner a prueba. Ellos son el último juez de lo que es bueno y malo. Tienen una visión panorámica de lo que es el terreno espiritual, pero pasan los años y no se mueven de dónde están. Su corazón no se abre y su experiencia de la realidad no florece. Hay que tener mucho cuidado de no caer en esa “trampa de Krishnamurti”.

Después está el “bypass del engrandecimiento”. Este es muy común, más común de lo que parece. Muchas personas que se topan con el camino espiritual, con una baja autoestima, ven en el camino espiritual una manera de encontrar valor, autoestima, adquiriendo un rol importante, adquiriendo un papel, siendo maestro, siendo guía, siendo monje, siendo monja. Hay que tener mucho cuidado. Tengo muchos amigos espirituales que me preguntan “cómo puedo ser maestro, cómo puedo enseñar meditación”. Yo les digo: “primero aprende a meditar”. Hay muchos que quieren ser maestros y pocos que quieran ser estudiantes. Honestamente, nunca he escuchado de los maestros, nunca, ni en biografías, ni en maestros contemporáneos, los genuinos, que quieran enseñar. Ninguno de ellos quiere enseñar, ninguno de ellos busca enseñar: no se ponen a abrir un website, hacer marketing, diseñar un logo, promocionarse, luego escribir un libro, hacer una gira… No. Los maestros genuinos no son maestros, son practicantes genuinos que se dedican a transformar quienes son y, después, por necesidad, porque su maestro le indica, o por una petición directa de varias personas, desarrollan esa función de una manera temporal. Es muy importante comprenderlo. Eso es un bypass, es un mecanismo que se usa eventualmente para compensar una baja autoestima, y para no hacer el trabajo interno. Pero hay que tener mucho cuidado de no caer en esa trampa. Conozco a personas que están un año, dos años en el Dharma y ya quieren empezar a enseñar, abrir un centro de retiro. Muy ambiciosos. ¡Y parece bueno, suena bueno! ¡Muy altruista, muy bondadoso! “Quiero entregar la vida al servicio de los demás, ayudar al prójimo, ¡hay tanta necesidad de meditación en el mundo!…” Pero todo eso está ocultando una necesidad de ser apreciado, de tener cierto valor e importancia, compensando esa baja autoestima. Tened mucho cuidado en no caer en esa trampa.

Otro bypass es el “bypass de la víctima”. Este no es tan común, pero muchas personas que también lo tienen y es “ser víctima de un don espiritual”. Hay personas que son muy sensibles, hasta tienen precogniciones de lo que va a pasar, o pueden empatizar fácilmente con otras personas… y, por ese don, aceptan el estado de ser víctimas, o sea, el estado de que el entorno, las circunstancias y otras personas van a definir cómo se sienten dentro. Hay que tener cuidado, ese no es el propósito de ser más sensible, de tener empatía o tener dones que nos hagan percibir la realidad del otro.

Otro es el “bypass del psiconauta”. Las personas que buscan experiencias místicas a través de plantas sagradas, de químicos como LSD, como TMT, fumado o con líquido como ayahuasca, con hongos, con mezcalina y otras fórmulas. Aunque estas drogas, estos químicos y estas plantas, que hasta podemos decir “sagradas”, tengan su utilidad —en microdosis pueden ayudar corregir adicciones, se está estudiando en varios países– y para una mente muy cuadriculada, una persona con una mente muy conceptual, una experiencia puede abrirle el panorama, en realidad no es desarrollo espiritual. Una experiencia que depende de drogas no nos transforma, no se puede usar como bypass para no tener buena conducta, para no estudiar, para no meditar. No se puede evitar ese trabajo genuino interno buscando experiencias ahí afuera de nosotros. Y cada vez es más popular, curiosamente.

Otro es el “bypass del horóscopo”. Es más común de lo que pensamos. Sabemos que pocas personas creen en el horóscopo, pero hay muchas personas que tienen demasiada dependencia de la astrología, de otros oráculos, o de personas que tiran las cartas. En el budismo tibetano es muy típico hacer adivinaciones, y yo mismo las hago. Muchos de mis maestros las hacen, y nos dan —cómo diríamos– el “tiempo climático” a nivel kármico. O sea, si quieres emprender un viaje, es muy interesante saber cómo va a estar el tiempo, así tienes la ropa adecuada y sabes si llevar un paraguas o no. Pero ese pronóstico del “tiempo” (cuál es el día para empezar la construcción de este edificio o cómo prepararnos en este viaje), no debería cambiar las decisiones que tomamos, eso es muy importante.

Otro es el “bypass del santo”. Quiere decir que nos introducimos en el camino espiritual y por todo el condicionamiento, las retroalimentaciones que recibimos otras personas, vamos desarrollando una identidad de santo que anula la sombra que arrastramos, anula cualquier efecto que puedan tener nuestras emociones o nuestra conducta. A nivel clásico se describe como un apego a la conducta. Si una persona tiene una conducta muy pura, en donde nuestras acciones físicas, verbales, son muy correctas, eso nos podría llevar a concluir que el trabajo ya está hecho, que ya somos santos y puros. Pero realmente no lo implica. El propósito principal del desarrollo espiritual es la verdad. Tenemos buena conducta para tener acceso a la mente y en meditación domamos la mente para tener acceso a la verdad. El propósito de toda la búsqueda espiritual genuina es una experiencia intuitiva y directa de quiénes somos. Para eso tenemos que tener amor y compasión, para eso tenemos que tener equilibrio meditativo, para eso tenemos que tener buena conducta. Pero el hecho de ser vegetariano no te hace santo. Muchas personas, sólo por ser vegetarianos, ya piensan que el trabajo está hecho.

El próximo es el “bypass del gurú”. Necesitamos en alguna etapa de nuestra vida, de nuestro desarrollo, un mentor, un guía, un maestro, en el contexto esotérico “un gurú” o un lama, y es un recurso indispensable en el camino espiritual que nos da herramientas, consejos, que nos da pistas y claves para que nosotros podamos descubrir la verdad. Fácilmente, esto puede derivar en lo que llamamos “el culto a la personalidad”: que por el hecho de tener una relación, una apreciación de un maestro, ya estamos salvados. Pero ni el propio Buda pudo salvar a una persona. Cada quien tiene su karma. Si alguien en el universo tuviera el poder y el interés de iluminarnos, ya estaríamos todos iluminados. Nadie puede cambiar el karma de otro, cada uno tiene libre albedrío.

Tenemos que aceptar esa responsabilidad. El futuro está en la palma de tu mano y depende de lo que tú hagas. Hay amigos espirituales, maestros, que te pueden aconsejar cómo transitar ese camino, que te pueden ayudar, dar pistas muy valiosas, indispensables, pero el trabajo, finalmente, tiene que ser nuestro. Entonces, aunque es necesario eventualmente desarrollar una relación estrecha con un mentor que nos conozca, eso no debe excusar nuestra participación, nuestro trabajo y responsabilidad.

Y el último, en el día de hoy, para que no sea una sobredosis, el último es el “bypass de la oración”. La oración, por ejemplo, que acabamos de hacer es muy valiosa, muy muy valiosa. Uno de mis maestros dice “todo el universo está realmente en nuestra mente, y la mente está apoyada en un punto que se llama aspiración”, casi como si fuera una pirámide invertida. Toda la realidad externa e interna eventualmente se apoya en nuestra aspiración. Entonces, cuando desarrollamos una oración desde la perspectiva budista, estamos definiéndonos, estamos definiendo quiénes somos, definiendo la realidad, estamos, de alguna manera, impulsándonos hacia una nueva realidad, una nueva dirección. Pero eso no debe utilizarse como un bypass para compensar el estudio, la reflexión y la meditación. El orar es el deseo, es la motivación, pero después hay que remangarse y ponerse a trabajar y crear esas causas y condiciones que van a cambiar la realidad, interna y externa.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.